En un reciente análisis, expertos del sector energético han resaltado las dificultades económicas y ambientales que enfrenta el fracking en México, posicionándolo como una práctica inviable en el contexto actual. Las técnicas de fracturación hidráulica, conocidas como fracking, se implementan para extraer petróleo y gas de formaciones de esquisto. Sin embargo, estas han sido objeto de escrutinio debido a los costos elevados y la polémica sobre el uso intensivo de agua.
El costo de implementar el fracking en México se ve incrementado por la necesidad de importar tecnologías especializadas y maquinaria pesada. Además, el país carece de la infraestructura necesaria para manejar las operaciones a gran escala que el fracking requiere. Esto se traduce en una dependencia de empresas extranjeras, lo que eleva aún más los costos operativos.
Además de las consideraciones económicas, las preocupaciones sobre la sustentabilidad ambiental han ganado prominencia en el debate. México enfrenta un desafío significativo con respecto al agua, siendo ésta un recurso crucial y limitado en varias regiones del país. La fracturación hidráulica demanda grandes cantidades de agua, lo que incrementa el riesgo de escasez y conflictos en áreas donde el acceso ya es restringido. Los riesgos de contaminación de fuentes acuíferas también se señalan como un problema potencial serio.
“El fracking no es solo una cuestión económica, sino también de responsabilidad ambiental. Las regiones donde podría desarrollarse ya enfrentan retos de acceso al agua. Agregar más presión a estos sistemas podría ser devastador,” comentó un experto en políticas energéticas.
Ante este panorama, el futuro del fracking en México parece incierto. La combinación de altos costos, limitaciones tecnológicas y preocupaciones ambientales lleva a muchos a cuestionar su viabilidad. A medida que el país busca transitar hacia modelos energéticos más sostenibles, el enfoque podría estar girando hacia otras alternativas más viables y respetuosas con el medio ambiente.