En un análisis reciente, expertos han considerado la viabilidad de los aranceles propuestos por el expresidente Donald Trump, si bien su efectividad parece estar limitada a corto plazo. Estos aranceles, que fueron un pilar de la política económica durante su administración, buscaban proteger la industria nacional estadounidense de lo que se percibía como competencia desleal del extranjero.
Aunque los aranceles pueden incentivar la fabricación doméstica y proteger empleos locales, también generan preocupación sobre sus efectos a largo plazo. Según algunos economistas, los consumidores serían quienes finalmente absorberían el costo de importaciones más caras, lo cual podría provocar un aumento generalizado de precios. Actualmente, existe un consenso entre ciertos sectores empresariales y del gobierno de que, mientras las tarifas proteccionistas pueden ofrecer un respiro temporal a las industrias afectadas, no crean una ventaja competitiva sostenible.
Un analista económico señaló:
“El impacto de los aranceles es notorio inicialmente porque incentivan la producción local, pero a la postre podrían desencadenar una guerra comercial si otros países deciden responder con medidas similares”.
La experiencia durante el mandato de Trump ha dejado lecciones importantes sobre los límites y las consecuencias inesperadas de estas políticas. Algunas industrias lograron beneficiarse, pero otras sufrieron al enfrentar mayores costos de insumos importados. Además, la relación con socios comerciales clave, como México y Canadá, se vio tensada durante la imposición de estas medidas.
De cara al futuro, se sugiere una mayor exploración de acuerdos comerciales que puedan fortalecer las cadenas de suministro sin recurrir a medidas unilaterales que podrían tener implicaciones negativas. Los expertos abogan por políticas más colaborativas y adaptativas, que consideren la complejidad del comercio global y se enfoquen en fortalecer la competitividad de las industrias a través de innovación e inversión.