En medio de crecientes preocupaciones sobre el déficit público de México, el sector de salud enfrenta un panorama desafiante, con limitaciones presupuestarias que podrían afectar la calidad y disponibilidad de servicios esenciales. La disminución de recursos destinados a salud ha sido una tendencia preocupante que se ha acentuado con el aumento del gasto público en otras áreas.
El impacto del déficit fiscal se ha extendido a varios sectores, pero el de la salud es particularmente sensible debido a su relación directa con el bienestar de la población. Expertos señalan que el presupuesto asignado a este sector no ha crecido al ritmo necesario para satisfacer las demandas de una población cada vez más numerosa y con necesidades sanitarias más complejas. La pandemia de COVID-19 exacerbo la situación, poniendo a prueba la capacidad del sistema sanitario y evidenciando sus carencias estructurales.
Un economista en finanzas públicas comenta que es crucial priorizar el sector de la salud en el contexto económico actual.
“No se puede permitir que el déficit público deje al sistema de salud en una posición vulnerable. Es necesario ajustar las políticas fiscales para garantizar que haya un financiamiento adecuado y sostenible para la salud,” destaca.
Además, organizaciones civiles y especialistas han subrayado la importancia de incrementar la transparencia y eficiencia en el gasto público en salud. Proponen que el gobierno implemente medidas para mejorar la administración de recursos y canalizar fondos a las áreas más necesitadas, como la atención primaria y la infraestructura hospitalaria.
La salud de millones de mexicanos depende de decisiones que se tomen en el ámbito presupuestario. La forma en que el gobierno aborde este problema podría definir no solo el estado del sistema de salud en el corto plazo, sino también el bienestar futuro del país. De ahí, la urgencia de considerar reformas que aseguren una financiación robusta y equitativa para el sector salud.