En las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la discusión sobre el futuro económico del país es central. Donald Trump y Kamala Harris, aunque de partidos diferentes, presentan propuestas económicas que podrían impactar significativamente tanto en el ámbito doméstico como en el internacional.

Trump, conocido por sus políticas a favor de la desregulación y los recortes de impuestos, podría continuar con sus esfuerzos para reducir las restricciones para las empresas. Su enfoque ha sido el de incentivar el crecimiento a través de estímulos fiscales y una menor carga regulatoria, con el argumento de que esto generará empleo y aumentará la competitividad estadounidense. Una de sus promesas es repatriar empleos de manufactura, apoyándose en aranceles y acuerdos comerciales renegociados.

Por otro lado, Kamala Harris, quien sigue la línea del presidente Joe Biden, aboga por un enfoque más amplio en términos económicos. Sus propuestas se centran en el fortalecimiento de la clase media y la inversión en infraestructura. Harris se enfoca en políticas que buscan una mayor equidad económica, promoviendo la inversión en energía verde y educación. Pretende financiar parte de estos proyectos mediante un aumento de impuestos a los más ricos y a las corporaciones, con la intención de redistribuir recursos que impulsen el consumo y el desarrollo económico inclusivo.

Ambos candidatos reconocen la importancia del comercio con países como México, aunque con diferentes enfoques sobre cómo manejar estas relaciones. Trump ha utilizado tácticas de presión, mientras que Harris se inclina por la colaboración y el diálogo multilateral. La decisión que tomen los votantes podría moldear la dirección de la economía estadounidense en un momento crítico de recuperación post-pandemia, impactando no solo a EE.UU., sino también a sus socios comerciales clave.